En fechas navideñas próximas a fin de año 2010 no parece correcto hablar de corrupción. Sin embargo, resulta inevitable hacerlo cuando tantas y tantas personas no pueden defender su dignidad (se sienten indefensos) o ni siquiera pueden acceder a bienes tan elementales como el empleo y la vivienda (en nuestro entorno próximo) o a bienes tan indispensables como el agua potable y la salud (en realidades más lejanas). Por eso, las pequeñas corrupciones legales (por grandes o aparatosas que sean) resultan insignificantes al lado de otras corrupciones, aparentemente legales, que resultan ser mortíferas y criminales.
Un cohecho, un soborno, una estafa, o el pago de comisiones añadidas por una licencia o adjudicación de obras son ejemplos de corrupciones ilegales. Pero la tiranía del Mercado, controlado por unos pocos mercaderes internacionales (sean personas o Estados), que producen rapiña, explotación, venta de armas, y desigualdades sustantivas entre hombres y mujeres, entre riqueza y miseria, y entre empleados y desempleados, eso es corrupción sistémica, es decir, del sistema lucrativo establecido, consagrado por responsables financieros al más alto nivel, a veces, contradictoriamente "legal".
En África Occidental, por ejemplo, hay todo tipo de corruptelas y de corrupciones ilegales, pero hay una corrupción sistémica que está pudriendo la posibilidad de alcanzar un cierto grado de dignidad en el concierto de las Naciones. ¿Cuál es esa corrupción? El dominio de las transnacionales en todos los campos del comercio: petróleo, minerales, diamantes...., y productos agrícolas; pero también el tráfico comercial de la droga por el desierto y por la costa, que ya empieza a oler a podrido, e impide avanzar en desarrollo humano integral.
Cooperación, acciones humanitarias y proyectos puntuales en ocasiones sólo son el rostro humano que encubre el cáncer que acaba con la vida. Por eso es muy ilustrativa la imagen que utiliza Gustavo Bueno para definir la corrupción: la del huevo podrido. Tiene apariencia de sano pero en cuanto rompes la cáscara apesta por el ácido mal oliente que tiene.
Eso está ocurriendo hoy en el mundo, necesitado de mutación para evitar la podredumbre que le corroe.