sábado, 2 de septiembre de 2017

HACIA EL BIEN COMÚN DE LA HUMANIDAD




Tras los hechos terroristas de los días 16 de agosto en Alcanar (Tarragona), el 17 en Las Ramblas de Barcelona, y el 18 en Cambrils (Tarragona), se ha escrito desde distintos puntos de vista sobre la necesidad de redoblar la seguridad -para poder garantizar las libertades-, sobre recelos y descordinación institucional -en el contexto del proceso secesionista catalán-, sobre el terrorismo y la criminalidad yihadistas, sobre musulmanes, sobre inmigrantes, sobre las amenazas del ISIS en España -incluyendo Andalucía-; sobre la exigencia de cooperación entre los Estados de la Unión Europea, sobre la Ley de Seguridad Nacional (LSN)..., pero también sobre la urgente refundación de Naciones Unidas (tal como viene postulando Federico Mayor Zaragoza (ahora en su artículo: "Ante amenazas globales, alianzas globales"), quizás por aquella vetusta sentencia: "a grandes males, grandes remedios". 

     Como viene a decir Josep Fontana, en El siglo de la revolución, análisis histórico de 1914 a 2017, estamos ahora inmersos en “La era de la desigualdad”, desigualdad en las sociedades desarrolladas y desigualdad de la Naciones, con muchos interrogantes abiertos hacia el futuro. Quizás por ello, más allá de La España Autonómica – que planteaban Tierno Galván y Antoni Rovira en la primavera de 1985- y más acá de El mito nacionalista –en la crítica de Fernando Savater de 1996-, convenga subrayar o entresacar de las recientes reflexiones de Mayor Zaragoza, algunas enseñanzas 
(Ver http://www.desarrolloliberador.blogspot.com: "Diez días después").     


      En la "Presentación" del libro La España autonómica,  de 1985, decía Tierno Galván: "El Estado que llamamos de las Autonomías, constituye un modelo político de singularísima importancia, aún por concluir. 

    Estamos, por estas razones, en un momento de la vida del proceso constitucional español coetáneo, que atrae la atención de los estudiosos de todo el mundo en esta materia y, como es natural, muy particularmente de los españoles."

   En cuanto al nacionalismo, concluía el filósofo Savater en su opúsculo que las doctrinas políticas suelen tener su parte de astuta falsedad para hacerse popularmente atractivas. El nacionalismo no es sólo amor al país en el que uno ha nacido o donde uno vive, a sus tradiciones y su lengua..., la nación es una institución cultural y el nacionalismo no es sólo sentimiento sino una ideología política, que convierte la pertenencia étnica en base y orientación para la participación democrática y el modo de organización del poder. Igualmente la exaltación de una identidad propia es también engañosa, pues "ninguna identidad colectiva en nuestro país está desligada del resto de las identidades españolas ni puede desligarse de ellas sin perder parte de su propia sustancia".
   
     Desde mi punto de vista, en estos momentos históricos, convendría releer el librito de Kant: La paz perpetua, que invita a la paz como deber estricto y, en consecuencia, a un contrato de convivencia dentro de un Estado que ya posea su Constitución -conforme a Derecho- y entre Estados -por medio de la confederación pacífica (Foedus pacificum)- "Ésta se distinguiría de un tratado de paz (pactum pacis) en que mientras el tratado intentaría acabar con una guerra, la confederación pacífica intentaría terminar con todas las guerras para siempre".


     Sabemos de la poca voluntad política de las grandes potencias mundiales para ponerse de acuerdo en caminar hacia la Paz Perpetua, o, en concreto, para fomentar el federalismo político solidario y refundar, en consecuencia, Naciones Unidas para que sea más efectiva y operativa ante los grandes retos de la Comunidad Humana.



    No obstante, nuestra obligación ética y política es insistir, una y otra vez, en esa exigencia de convivencia, diálogo y federación y confederación solidarias con el fin de lograr: a) una mayor igualdad, seguridad y libertad para toda persona humana y para todos los pueblos del Planeta Tierra; b) una justa distribución de la riqueza; c) la necesaria corresponsabilidad en el desarrollo económico solidario; y d) la conservación adecuada del Medio Ambiente –como Patrimonio de la Humanidad- a transmitir a las generaciones venideras, en cuanto que Casa Común de toda persona humana.


    
      Concluyendo, me atrevo a decir lo que sigue:




     En nuestro comportamiento humano, ético y social, no nos basta ya decir tan sólo "atrévete a pensar por ti mismo" sino que debemos dar un paso más y expresar, como personas comprometidas, pero también como animales humanos y políticos: "atrévete a trabajar por el Bien Común de la Humanidad".