martes, 3 de abril de 2018

RENACIMIENTO, NATURALEZA Y CIENCIA

     Durante el curso de 1977/78 me atreví a escribir sobre un humanista español del renacimiento que, en tiempos  recios, amaba la Naturuleza y la Ciencia, pero implicado diplomáticamente en la política de Felipe II en Flandes, y en Portugal, así como en la organización y catalogación de la Biblioteca de el Escorial. Se trata de Benito Arias Montano, que nació en las tierras realengas de Fregenal de la Sierra (Badajoz), en 1527, y falleció en Sevilla, en 1598, tras su último Otoño en la Peña de Alajar (Huelva) -entonces tierras realengas de Aracena-.
     Por aquel entonces hubo una apuesta renacentista, que se estaba materializando en la jovencísima Universidad de Huelva. De hecho, gracias al profesor Carlos Sánchez Rodríguez, el Consejo Social de dicha Universidad publicó un fascículo de divulgación, en el que se presentaban -a modo orientativo- doce puntos de interés: el poeta (compañero de estudios de Fray Luis de León), el retiro en La Peña -al modo de San Jerónimo en su estudio-, el freire de la Orden de Santiago -certificado de limpieza de sangre por aquellos tiempos de inquisición-, el político -junto a Felipe II-; la Biblia de la Concordia -impresa en la imprenta de Plantino bajo la marca "Labore et Constantia"-; el filólogo, conocedor de las lenguas antiguas y los idiomas modernos, La Pietas Regia, un cristianismo integrador y ecumenista -propio de su Dictatum, de espíritu tolerante y conciliador como el humanismo de Erasmus de Rotterdam o Luis Vives; la sombra de la Inquisición; el científico -amante de la astronomía, la Fisica y la Medicina o las Ciencias Naturales-, y "La Peña. Una forma armoniosa de vida" .
     Por mi parte, me limité a abordar tres puntos: "Montano y la política de Felipe II en Flandes", La lección cristiana del amor, y el "Dictatum ayer y hoy".
     Queda como gran reto, el diálogo, la fortaleza espiritual del amor, la convivencia y el sentido de la personal armonía con la Naturaleza y la Comunidad Humana.....


        En 1998, venía en concluir lo siguiente:

  "Actualmente, aunque vivimos en un contexto distinto al del siglo XVI, en ámbitos cristianos sigue siendo un desatino, cuando no un escándalo, el que no se sea capaz de llevar a la práctica el imperativo del amor. Culturalmente la unión espiritual de las confesiones cristianas podría fortalecer a los seres humanos y a las instituciones internacionales en el empeño de la solidaridad, con un opción preferente por las poblaciones empobrecidas.
    Además en el diálogo de las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islamismo) el punto de encuentro no puede ser otro que la exigencia del amor, de donde deriva el sentido de la ley, la tolerancia y no sólo la hospitalidad, sino  el compromiso de terminar con la violencia armada, el hambre y las enfermedades del ser humano.
    En consecuencia, no sólo la unión de los cristianos sino también la unión de las religiones en torno al imperativo del amor hacia el prójimo, es condición indispensable para el respeto de los derechos humanos y la convivencia en justicia y en paz.
     Lo mismo podríamos decir respecto del encuentro de culturas y el problema del dominio de unos pueblos sobre otros, que ya en el pasado planteó el Derecho de Gentes."
     Estamos, sin duda, ante el reto de una Ética Mundial de mínimos que se traduzca, políticamente, en combatir las injusticias estructurales cuyas consecuencias no sólo son de graves desigualdades sino de muertes y muertes en el Mediterráneo (más de 3.000 en 2017), y en los lugares de conflictos bélicos, tal como el de Siria que lleva 7 años en guerra permanente.
     Como dijera, más recientemente, Ignacio Ellacuría, antes de la caída del muro de Berlín, y antes de ser él asesinado, "revertir el sentido de la Historia" es un imperativo ético de la praxis política.
      Cuando hace los cincuenta años del asesinato de Martin Luther King, tenemos en él un referente de amor y concordia que se materializó en su "no-violencia activa", en defensa de los derechos civiles y de la ciudadanía de mujeres y hombres discriminados.
     Importa, y mucho, que la Ciencia se una a un nuevo Renacimiento en busca de la paz y la  armonía con la Naturaleza en el seno de la Comunidad Humana.




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